La actualidad se acelera de tal forma que tenemos la sensación de estar a punto de descarrilar, pero una cosa es la vida y otra muy distinta lo que nos dicen que es. Hay gente que se siente dañada por las noticias. Por ejemplo, hay personas que acuden a un partido de fútbol y luego ven la tele confiando en que van a contarle allí lo mismo que acaba de contemplar con sus propios ojos y descubre con indignación que los comentaristas han debido estar en otro encuentro, porque no le suena bien en sus tímpanos y acaba mascullando palabrotas.