En la estafa bancaria que estamos viviendo, el estrato más bajo de la clase media está tomando posiciones. Su lema es no pagar las deudas contraídas, ni siquiera las que pudieran asumir en un futuro inmediato. Se considera una deuda todo lo que suponga un gasto, desde un billete de autobús a una lata de sardinas, de este modo nunca se vive por encima de las posibilidades sino por debajo de ellas, y se ahorra un pastón. Es una señal hacia el sálvese quien pueda. Debemos comprender que tan drástica medida no es fruto de una aguda reflexión: se produce por simple asfixia y se sostiene mediante la conservación del puesto de trabajo. Las capas sociales más desfavorecidas hace tiempo que viven entre la delincuencia y la economía sumergida, así que es cuestión de perder las vergüenzas, poner a prueba las habilidades y salvar los muebles. Seguir leyendo