Hace años que no leía artículos y editoriales tan capciosos y devastadores en los periódicos, que no escuchaba en las radios ni presenciaba en las televisiones tal cúmulo de demagogias que, a fuerza de ser repetidas, iban adquiriendo la tonalidad de lo verídico. Causa sonrojo democrático ver cómo se convierten los medios de comunicación en portavoces del gobierno, justo ahora, cuando una semana antes publicaban los cables de WikiLeaks, donde los gobiernos de Aznar y Zapatero se cubrían de gloria al ser descubiertos como meras sucursales de Washington. La guerra económica ha saltado de pronto al terreno de la información. Hoy golpea a la casta de los diplomáticos y mañana sacude a los controladores aéreos. No sólo conocemos ya a los embajadores que tragan con lo que les echen, también sabemos los sueldos que cobran los técnicos en las torres de los aeropuertos. La diferencia es que unos son buenos chicos, hacen lo que les dicen, y los otros se suben por la paredes, cuelgan los bártulos y allá te las compongas. Suele compararse a un controlador aéreo con un médico, pero no con un diplomático. Ni siquiera con un funcionario europeo, a los que les subirán el sueldo un 3,7 % el año que viene. Tampoco son comisarios de la Unión Europea, por ejemplo, cuyos salarios son de aúpa. Los controladores aéreos son peores que la lepra, muy mala gente, de los que se ponen enfermos de pronto y dejan en la estacada a cientos de miles de usuarios del avión. Son el colectivo perfecto para probar por primera vez una herramienta maravillosa: el estado de alarma.
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La princesa de san Blas
Resulta deslumbrante que aún no se hayan cumplido veinticuatro horas de la huelga general y Soraya Sáenz de Santamaría, la portavoz del PP en el Congreso de los Diputados, ni siquiera haya destacado alguna referencia a la misma durante su intervención de hoy en el Fórum Europa. Ha hablado del Tribunal Constitucional, del Estado de las Autonomías, de la particular situación de Cataluña e incluso de Ceuta y Melilla, y luego ha dicho que va siendo hora de fijar las competencias entre las administraciones para llegar a acuerdos en el postzapaterismo.
Maldita normalidad
Como lo último que se pierde es la esperanza, siempre encaras este tipo de algaradas soñando con que las televisiones sufren un apagón digital e incluso analógico, que las radios se quedan mudas y los periódicos, igual que si fuese navidad, no salen a la calle. Sabes que no va a ocurrir, pero piensas por un instante que con un poco de suerte lo mismo no funcionan los teléfonos, ni los móviles ni los fijos, así que no podrás conectarte a internet y una vez que te vas del mundo imaginas que el agua no corre por los grifos ni responden los interruptores, porque también han cortado el suministro eléctrico.
Hablando en plata
La gran pregunta de esta semana gira en torno a la huelga general del próximo miércoles día 29, ¿será un éxito o un fracaso? Aunque no gocemos de visión cósmica tampoco es tan difícil de imaginar el resultado, porque la gente prefiere esconder la cabeza como hace el avestruz, y eso que está más quemada que la pipa de un indio. No sólo con el gobierno, sino también con la dirección de sus respectivas empresas y los sindicatos que hay en las mismas, aparte de con los políticos en general. La peña que curra, que cada vez es menos, se caga garras abajo con la situación económica que estamos viviendo y que le muerdan un buen cacho del sueldo por no ir al tajo durante una jornada tampoco le hace ni puta gracia. Es más, tiene la impresión, como siempre, de que no servirá para nada.
Suspenso colectivo
Acaban de publicar la última encuesta telefónica donde se valora a los líderes políticos del uno al diez y todos han vuelto a suspender. La peña está curada de espanto. No coge el teléfono porque la acribillan plomizos vendedores y cuando está distraída o espera una llamada en concreto, no mira el chivato para ver si reconoce el número y termina suspendiendo a todo el elenco de los líderes políticos. A los encuestadores les da lo mismo porque su oficio es recabar datos y a los periodistas, los que interpretan luego las calificaciones, también les importa un bledo porque se fijan en la décima que distancia a los contendientes. De este modo puedes sacar un cuatro de media y en un terreno abstencionista ganar las elecciones. Es lo que tiene este sistema, que no se deja nunca un escaño vacío.
Sólo se cuentan los votos emitidos y a razón de ellos se reparte la tarta, así es muy difícil que la aristocracia política se retracte y evolucione. Se ha comprobado igualmente la inutilidad de estas encuestas. No sirven para cambiar los hábitos de los dirigentes, tan sólo perpetúan sus miserias. La gente más concienciada se asombra al hacer un análisis porque observa que las derechas, por muy corruptas y ladronas que sean, están ahora en una posición dominante y podría ser que ganasen los próximos comicios. Se resisten a comprender que el sistema democrático, abrasado por la Ley d’Hont y su forma de representación política, tan sólo promueve el hastío de los votantes.
Analistas y tertualianos profesionales hablan sobremanera de que sería interesante crear una forma de participación distinta, donde las listas de los partidos fueran abiertas y la población pudiera elegir a personas de distintos grupos, independientemente de su ideología. A los partidos no les priva esta fórmula. Prefieren la disciplina y el chanchulleo, la obligación de seguir las directrices emanadas desde las cúpulas directivas. Me parece positivo elegir a las personas, pero tal y como está el patio debería de hacerse en un marco coherente. Si sólo vota el 50% de la ciudadanía, el hemiciclo tendría que reducirse en un 50%. Es lo justo, de lo contrario nos encontramos con que da igual el número de los votantes, se desprecia la abstención como si fuera una apestada y, lo más abyecto de todo, es que se sobrentienda la apatía y la irresponsabidad en aquellos que se niegan a regalar su soberanía. En la clase política no existe la menor autocrítica, y no es serio encogerse de hombros ante esta circunstancia, porque el sistema se deteriora con el trascurso de los años y acaba donde ahora estamos, en la vacuidad más deprimente.
La consecuencia es obvia. Si algo refleja la última encuesta sobre la valoración de los líderes políticos es que aparece como tercera fuerza estatal el grupo de Rosa Díez, tan escorado en posiciones conservadoras que podría ejercer como una ultraderecha semifascista. Tanto el PP como el PSOE pierden sus simpatías en favor de un clan de difusa mentalidad y reduccionista percepción social. Su presencia en un futuro parlamento daría voz a los ultramontanos y los intransigentes, sentando las bases de una democracia fuera de la realidad ciudadana, ajena a cualquier principio solidario y dedicada a desmontar el ya vaporoso estado del bienestar que todavía gozamos. Recuerden que el único voto en contra del aumento de los subsidios por desempleo que registró la cámara baja fue precisamente el de la señora Díez. Si no se asienta una nueva fórmula de reparto de escaños corremos el riesgo de visualizar el castigo a los políticos con la entrega de votos a movimientos facciosos. La Historia, en situaciones de crisis, lo ha demostrado de una manera contundente y sin embargo los líderes se resisten a comprender tan simple enseñanza. Lo lamentable de esta abulia es que tarde o temprano la pagaremos todos.
Sin problemas
Resulta interesante ir por detrás de la noticia. La ansiedad, producida por la hipnótica expectación que me empuja hacia el otro lado del planeta, me hace ver que lo que ocurre en esta esquina del mundo es fráncamente aburrido. Siento que la gente de las Antípodas, obligados por la fuerza de Coriolis a girar en sentido inverso y vivir además cabeza abajo, por fuerza tienen que ser de una pasta distinta a los gachupinos de esta península. Conviene acostumbrarse a dejar la mollera limpia porque viviendo al revés toda la sangre subirá al cráneo, circunstancia que sin duda produce unos severos pinchazos neuronales. Como la dieta mediterránea comienza a hacer estragos en mi persona, para ir adecuando mi estómago al jet-lag de la Polinesia me estoy hartando de comer helados y llevo el vientre suelto. Las digestiones ligeras y los sueños inútiles me teletransportan en cualquier instante a una playa paradisiaca, donde me veo buscando un cocotero libre donde echar una siesta, así que no voy por delante de la información, llevo unas cuantas jornadas persiguiéndola.
Los periodistas de olfato registran enseguida por dónde saltará la liebre informativa, los intestinales simplemente se dedican a criticar el género. Si vas caminando por los márgenes del pasado todo resulta más sencillo, es cuestión de no atarse a la ansiedad y observar el panorama a vista de pájaro. Lo primero que atrae poderosamente la atención en el marasmo de las noticias es el sarao que se llevan entre manos las buenas familias de toda la vida. La saga del Bigotes, el Correa, los Agag y toda esta basca de impresentables, logran con facilidad afilar los teclados y cargar de tinta las impresoras. Con sus magras aventuras al estilo Berlusconi, el Partido Popular está sembrado de inolvidables personajes gremiales.
La chaqueta les tira de la sisa a los políticos conservadores y todavía manejan suficiente capital público y privado como para ir al sastre, aún se pueden permitir el lujo de acudir a su peluquería de siempre y pedir el clásico lavar y marcar, nunca hubiera podido imaginar que los trajes caros y los peinados a la moda condujeran en la política provinciana a las farras con prostitutas caucásicas, pero a nadie le amarga un dulce cuando se lo sirven a domicilio. Sobre todo si tus deseos son órdenes. «¿Qué es lo que quieres, prenda? Habla por esa boquita». Los carácteres gremiales van a la caza de un nicho económico donde fraguar su porvenir, trabajan el oficio de la mamporrería y así tráfican con influencias. Excelente.
En este caldo de cultivo, individuos de aire patán pero suficientemente barnizados en la educación católica, se mueven a sus anchas conectando a los sujetos con sus necesidades más perentorias. Sin problemas. Sin cortapisas ni desagradables enredos, efectos secundarios ni engorrosas complicaciones. Si quieres un traje o mojar el churro, allí está Correa para lo que haga falta. Correa es como Luis Ricardo, el robot televisivo de la infancia, es el conseguidor y los tres reyes magos juntos. Hace unos días, sin embargo, decía Rajoy en los periódicos que Correa era tan inteligente que iba para presidente del gobierno, pero el gachó no aguanta el tirón y no desea otra cosa que le hagan la cama, le traigan el bufé al dormitorio y que otro ocupe su lugar.
Todavía enternecen las fotos del bodorrio de la hija de Aznar, donde el maestro Paco Correa, alias don Vito, el que entró en las filas del PP de la mano del mítico Álvarez Cascos, perfectamente embutido en su frac y engominada su pelamabrera en kilos de brillantina, saludaba con cariño al novio, que ahora figura de manera contable en la caja B de las empresas Gürtel. Ya saben que «gürtel» significa correa en alemán, subterfugio que no sólo garantiza el don de lenguas al interfecto sino también su aguda perspicacia a la hora de elegir un nombre para sus empresas. El mismo individuo que garantizaba a su alegre pandilla discreción y ausencia de problemas, ha terminado metiendo al partido popular en una tinaja de cutres corruptelas verdaderamente prodigiosa. Supongo que ahora los periodistas irán como locos tras una fotografía golosa, la de los implicados en pelotas durante alguna orgía burlesca. Vivir a orillas del Mediterráneo hace que la sangre se agolpe en la bragueta.
Incredulidad
Peta Zeta asegura que la subida de los impuestos afectará a las rentas más altas y nadie se lo cree. Una excavadora manda a hacer puñetas las líneas teléfonicas y de televisión por cable de unos setecientos usuarios y todo el mundo piensa que es lo lógico. Se dan por inauguradas las obras del tranvía cuando se jode la luz, cierran el agua o te quedas sin internet. No hay crisis ni existe deflación sin una buena subida de impuestos, desde el IVA al catastro pasando por la recogida de basuras y el IRPF. Tampoco hay obras sin que se rompan tuberías ni salten los cables. El caos ha de ser completo para que lo entendamos mejor.
El alcalde, que viaja en el tiempo igual que otros sólo se mueven por el atasco, no se resigna a olvidar la promesa de levantar un nuevo campo de fútbol. Es una oportunidad magnífica, no sólo de pasar a la Historia sino de favorecer la especulación, y este hombre no quiere abandonarla. Si en época de los romanos se edificaban fabulosos coliseos, hoy se construyen gigantescos futbolines. Los jefes necesitan que sus votantes caigan en arrobo y si no basta con montar una Expo nos clavan dos. Sin un campo de fútbol apenas ocuparía su nombre un renglón en el imaginario de sus nietos. Es muy consciente de que llegar a ministro —aunque tuviese dos carteras bajo el brazo— es una minucia que nadie recordará.
Las obras del tranvía están dejando la calle repleta de cascotes, y estos pedruscos podrían emplearse perfectamente en levantar un futbolín a las afueras de san José. Lo raro es que haya zonas donde no se mueva un camión ni se taladre el asfalto y los comerciantes se inquietan al ver que este suplicio se eternizará una barbaridad. Se han ido al garete más de trescientas empresas zaragozanas con motivo de la crisis económica y sería del género idiota que otras tantas se hundieran por la crisis del tranvía. Los tenderos no tienen la culpa de que Zaragoza haya optado por un transporte del siglo XIX en vez de apostar por el tren bala del siglo XXII, pero estamos tan contentos y será tan ecológico que no se atreven a levantar la voz. Queda feo. Tan feo como quejarse de la tala de árboles para que circulen las bicicletas.
Los mandatarios extranjeros visitan las locomotoras de alta velocidad en la enorme y desperdiciada estación de las Delicias. El consistorio sin embargo, aún está haciendo cuentas —a ver si no le salen rosarios— y crean una de cercanías en pleno centro de la ciudad. A los jefes les mola lo grande y descuidan lo pequeño, lo útil no encuentra financiación. Seguirá dando vueltas el alcalde a su excéntrica idea de levantar un ataúd de cemento en la avenida de Goya, pero hasta que no venga como siempre el ministro de turno y haga sus números seguirá hablando del futbolín.
A las gentes más conservadoras, mientras tanto, se les va la pinza y llegan al extremo de autoafirmarse como paladines de los humildes y la clase más trabajadora. Yo veo a Luisa Fernanda, que es la jefa del PP en nuestra nacionalidad histórica — que así se califica Aragón en su propio Estatuto— y se me pone la carne de gallina. Me siento tan identificado con ella que me desarmo. Observo al señor de los trajes —Camps, creo que se apellida— y me veo vestido tan rícamente de Armani y fundiéndome los dineros del contribuyente con sana alegría. Incluso llego a identificarme con ese barbudo de prodigioso léxico, que tanto se divierte enzurizando al personal, y creo que si toda esta pandilla llega un día a gobernar nos lo vamos a pasar en grande. En las altas esferas gubernamentales causa tal pasmo que estemos llegando al sado maso, que las encuestas de opinión no saben ya como meterle un petardo por el culo al presidente para ver si hace algo que funcione. Y a Peta Zeta se le ha ocurrido de repente hacer unos cuantos juegos de magia.
Su primera medida es congelar el sueldo del Rey. O sea, señalar al vecino de arriba para ver si le dejamos un rato en paz, que no sabe cómo esconderse. Nueve millones de euros se fundirá la Casa Real durante el año próximo, lo mismo que se está puliendo actualmente. Congelando este derroche igual piensa Peta Zeta que se enfrían las comisiones de cualquier ejecutivo de una magra entidad financiera, pero me temo que se equivoca. Congelar los sueldos ministeriales, incluso el suyo, es un gesto inevitable pero no tendría que ser el único. Mientras la clase media se aprieta la cincha, el resto engrosa las listas del paro, así que las congelaciones, para que no parezcan lo que son —simples tomaduras de pelo—, tendrán que ser el principio de otras más potentes. Algo que cause asombro. Pero es que nadie se lo cree.
La Oficina • Capítulo 18 | Inka Bola
Lo turbio y lo cristalino
El oxígeno tendrán que fabricarlo, pero el agua no es ningún problema. La revista Science acaba de publicar una investigación en la que certifica la existencia de H2O en el subsuelo marciano. No sólo en los polos sino también en zonas próximas al ecuador y para colmo además el oro líquido es de una pureza cristalina. Tres cuartos de lo mismo ocurre en la Luna, quién lo iba a decir, con lo árido que parece nuestro satélite y oculta estos secretos fascinantes. Es una pena, sin embargo, que palidezcan frente a los lamentables tapujos que relacionan el agua marina de la Tierra con los enormes pesqueros que faenan sobre el océano Índico. La acción de los piratas que asaltan a los atuneros de aquella zona, y que piden después rescates multimillonarios, obligó a los patronos de las embarcaciones a solicitar la ayuda militar del gobierno de Peta Zeta, cuya respuesta se hizo tanto de rogar —por la pasta que cuesta mantener a los buques de guerra frente a las costas somalíes— que dejaron a los armadores las manos libres. Negar a las multinacionales del mundo pesquero la defensa de su negocio, siendo como son las esquilmadoras marítimas más conocidas del globo, supone un error grave para la sociedad civil española.
Si es triste tener que colaborar con las enormes fábricas congeladoras que surcan los mares, ya sea mediante los impuestos que se desviaron al mandato de buques de la Armada para su defensa o a la pura y simple adquisición de sus productos en los supermercados, creo que es todavía mucho más sangrante favorecer un marco legal para que los atuneros vascos contraten a su libre albedrío su propia vigilancia privada.
Imaginamos que los barquitos pesqueros que salen a navegar desde los puertos de Rentería o de Pasajes son los mismos que faenan después en Namibia, Terranova o Somalia, y no es así. Pescanova, Frudesa y Findus, por poner unos cuantos ejemplos, mantienen durante meses en alta mar impresionantes buques factoría donde no sólo echan el ancla y las redes, sino que también congelan y empaquetan sus productos. Estas grandes empresas tienen fuerza suficiente para costearse su propia vigilancia y es lo que van a hacer contratando los servicios de Levantina de Seguridad. Comprenderán que la empresa contratada no pretende reclutar para los navíos a pavorosos porteros de discoteca, por muy macarras que sean poco o nada podrían hacer frente a corsarios armados con metralletas, granadas y bazookas, así que el gobierno ha concedido a esta empresa de seguretas la singular capacidad de adquirir armas de guerra.
Esta concesión implica crear —de una manera hasta hoy embrionaria— el primer ejército privado de mercenarios españoles. Una vez que se pone la primera piedra y se ofrecen servicios mercantiles con carácter militar, enseguida surgen las necesidades de sistemas de radar, defensa aérea y telemandos, siempre conjugables con equipos electrónicos, minas, fusiles lanzagranadas y un largo rosario de instrumental de combate. Alrededor de treinta sujetos de lo más impresentable están siendo adiestrados por Levantina de Seguridad como si fueran marines con el triste propósito de embarcar en los atuneros vascos. Cobrarán un sueldo de cinco mil euros al mes y me extrañaría sobremanera que a estas alturas de la fiesta desconociesen los armadores cuál es la filiación política del propietario del negocio cuyos servicios han contratado.
José Luis Roberto, aparte de llevar la asesoría jurídica de la patronal de los locales de alterne —asociación de empresarios que trabajan el duro negocio de la prostitución— es su secretario general. Pero resulta que también es uno de los líderes más activos del partido neonazi «España 2000». El jefe de Levantina de Seguridad SL, empresa que se autocalifica como líder en el sector de la recuperación de préstamos, nació al amparo de la Central Obrera Nacional Sindicalista, sindicato fascista de obligada filiación si pretendes conseguir trabajo de segureta en dicho negocio. Luis Roberto, además, es el mentor de los salvajes combates de vale-tudo en España, peleas especialmente sangrientas donde prima la parafernalia ultra y cuyos «gladiadores» firman un documento antes de la pelea para eximir de toda responsabilidad a la organización, a los espónsor e incluso a los contrincantes. Como en las peleas de gallos, lo más jugoso de esta lucha, donde se vale estrangular al adversario, reside en las apuestas. Internet está bien nutrido de informes sobre el jefe de Levantina de Seguridad, incluyendo su amistosa relación con Ernesto Milá, vinculado a los GAL y los suculentos contratos de vigilancia otorgados por Zaplana, próximos a la media docena de millones de euracos.
Es lo que hay, pero parece ser —como escribía en el primer párrafo— que han descubierto agua en la Luna. La detectaron, por lo visto, en las primeras excursiones a nuestro satélite. Los áridos pedruscos lunares que trajeron los astronautas ya contenían agua, pero a los científicos se les antojó un hecho tan imposible que llegaron a creer que los chinazos de algún modo se habrían contaminado al llegar a la Tierra. Les ha costado unas cuantas décadas conocer la verdad. Menos mal que nosotros, con el acuático negocio de la seguridad de los atuneros, nos hemos demorado lo que un parto sencillo —nueve meses— porque fue a principios de enero cuando el gobierno de Peta Zeta firmó su primera autorización.
Planetas fuera del Sistema Solar | Nuevo Recorrido del Bus Turístico
La Oficina • Capítulo 16 | Triunfando
Culebrones y trileros
Gustavo, el rey de Suecia, no la rana, se ha pegado un rápido garbeo por Zaragoza. Apenas ha salido el monarca de la intermodal para echar un vistazo a los AVE que fabrica Talgo antes de pirarse a Soria, donde tiene previsto hacerse una foto con los dueños de un consorcio hispano-sueco. Pasan los vips por el hangar zaragozano, que está a tiro de piedra entre Barcelona y Madrid, para dejarlos atónitos con el pedazo de estación que han montado los jefes en medio del páramo. Sobra más de la mitad y el resto se queda helada en invierno, por eso los traen cuando todavía hace buen tiempo, no se vayan a constipar. No comprenden que el cierzo, a los nórdicos, se les antoja un brisa primaveral y si te descuidas se quedan en mangas de camisa. Los patronos del norte de Europa son distintos a los mandamases de Magna —o de Magma, para otorgarle cierto aspecto volcánico—. Todavía utilizan el manido recurso de que los trabajadores forman con los directivos algún tipo de equipo. El barullo que han creado los austriacos, canadienses y rusos en torno a «Magma» evita en cambio estas tonterías y gusta de ir al grano. De hecho, una vez visualizada la manifestación que se montó el sábado parecen haber comprendido que la planta de Figueruelas puede ser más conflictiva de lo que imaginaban, así que han filtrado a la prensa germana que van a dejar en la calle a más gente de la que se pensaba en un principio, no sea que las cabras se suban al monte. El propósito es dar yu-yu a la plantilla y comenzar a meterlos en cintura. No me extraña que el comité de empresa haya tenido que desmentir los rumores e incluso hablar de que existe un nuevo plan de productividad sobre la mesa, tantos años obedeciendo han perdido el callo. Los benditos expertos cuentan también que no habrá más despidos, que se trata de una vulgar estrategia. Que ampliando el número ahora se puede jugar luego con cierto margen para regatear, pero el fondo del drama no es cuánta peña se quedará en la calle sino cómo los van a echar. Adelgazar la plantilla o externalizarla son fenómenos distintos. En la jerga negociante da igual encargar faena a un puñado de contratas que traer los currelas desde cualquier entidad creada al efecto, en definitiva se trata de reducir gastos, así que depende de lo que cueste. Pero llevándose el tajo a otros países no hay cera que rascar. Subastar la faena siempre favorece a un listo que se queda con las sobras y si los jefes del terruño tienen la opción de rebañar el plato seguro que el caos se reduce en intensidad. Sin embargo «Magma», como indica su apodo, es una especie de contrata venida a más, pero más a lo bestia. En realidad no necesita encargarle nada a nadie porque ella solita se lo guisa y se lo come, de modo que tenemos un culebrón angustioso por delante, sembrado además de chismes y trileros, que harán gozar a las almas menos sensibles.
No es la primera vez, ni será la última, que se trafica y chantajea con los puestos de trabajo. Si lo hizo la GM no sé porqué los de Magna van a ser diferentes, es una cuestión de dinero, aunque cabe la seria sospecha de que todo está amañado bajo la mesa y que estamos viendo la moviola. La cachaza que demuestra el gobierno estatal con este asunto podría ser una táctica o el simple fruto de su dejadez. Tampoco es lo mismo demoler una fábrica que desmontarla a pedazos. La segunda fórmula permite a la gente hacerse a la idea mientras que la primera los empuja a la guerrilla urbana, al estilo de los altos hornos durante la denominada reconversión industrial. Nunca se ha llegado por estas tierras a un extremo semejante, pero llevan tantos años de toreo y las nuevas generaciones de jóvenes trabajadores se han embarcado en automóviles y en hipotecas, que no sabemos lo que podrían dar de sí. Dos mil parados más son muchos como para tomarse el asunto a la ligera.
Caballitos de Mar | En busca de vida extraterrestre
La Oficina • Capítulo 14 | MALVIVIENDO • Capítulo 7
El precio
No se puede ser vigilante de la playa ni conducir el coche fantástico sin darse a la bebida, del mismo modo que no se puede ser alcalde y no llenar de zanjas la ciudad. Puede ser que al final los conductores acaben dándole al frasco, pero harían mejor en vender el automóvil e ir andando, que es una manera rápida de terminar con el sufrimiento de la Opel y al mismo tiempo con Tuzsa. Es una cuestión de salud pública, sobre todo ahora que el cambio climático nos va a regalar un otoño caliente.
No se puede ser ministra de la igualdad y estar exenta de que te caiga encima un antiabortista. Tan predecibles como una tormenta, los provida son unos profesionales de la coacción y como no tienen nada mejor que hacer promueven la fabricación de fetos de goma, los compran y van corriendo a lanzárselos a la cara. En lugar de azotarse los lomos con una cincha, que es lo que les mola, de pronto les sobreviene un exceso de testosterona e intentan saltarle un ojo a los demás; resultará mediocre pero da portadas en los periódicos. Publicidad.
Tampoco se puede ejercer como vicepresidenta de un gobierno y hacer bien la digestión. Si una persona trabaja en política y tiene la cabeza en su sitio, tarde o temprano se le rompen los intestinos. A fuerza de tragar carros y carretas, la política deteriora un montón. Sufrir en silencio una grave oclusión intestinal es para una gobernante lo mismo que para un expresidente llevar la crisis de los cincuenta hasta el paroxismo. Y si no que le pregunten a Aznar, cuyas paradojas le desbordan en sus gestas públicas hasta convertirle en un personaje cómico. Meterse entre pecho y espalda dos mil abdominales diarios le ha dejado la neurona socarrada, así que no es raro ver al jefe honorario de los conservadores presentando libros ajenos y a falta de algo mejor lanzándose flores a sí mismo, que es el colmo de no tener abuela.
Es imposible también estar en la oposición y no sentirse perseguido. La dueña de la comunidad de Madrid hizo creer a su amado público que el ministro del interior tenía en su casa un ordenador gordísimo, un artefacto sin parangón en el mercado, gracias al cual espiaba a todo quisque. Tras escupir un lapo tan hermoso ni siquiera lo lleva a analizar al parlamento europeo. Puede resultar un absurdo y sin embargo se trata de una sana costumbre hispana. Nadie en su sano juicio le pedirá nunca a la peña friqui de Rajoy que lance la piedra y no esconda la mano, porque en eso precisamente consiste su trabajo. Es tan obvio como la oposición de los empresarios de la CEOE a que suban los impuestos. Nadie se escandaliza porque es normal.
Es normal que un tetrapléjico australiano consiga que un juez reconozca su derecho a rechazar un tratamiento. Si esta negación le ocasiona la muerte, allá se las componga. En la mentalidad reaccionaria confundir el dolor con la muerte digna es un suceso correcto. Es preferible que la gente casque rabiando en seco a que digan adiós con morfina hasta las trancas. Todo en la vida tiene un precio, y el de morir cuando quieras y sin sufrir a lomo caliente cuesta un calvario en médicos, jueces y abogados. En cambio, si un nazi apuñala a cara descubierta en el metro de Legazpi a un usuario, el asesino puede alegar que maniobró en legítima defensa, aquejado por un estado de extrema necesidad e incluso poseído por un miedo insuperable. No se puede ser nazi y además resultar coherente, lo lógico es ser rastrero y cobarde. Es su precio.
Patagonia | Los peligros del Cosmos
La Oficina • Capítulo 13 | El Pirineo Catalán