Y el que venga detrás que arree

Suelo estar al tanto de los movimientos de Biel, el jefe del PAR. Para los no iniciados en los secretos de mañolandia, el PAR es la eterna bisagra de estos lares. Sabiendo lo que se lleva Biel entre manos ya estás al cabo de lo que se cuece en el palacio de la Aljafería y por ende en la Diputación General. El PAR, como el PP o el PSOE, no tiene ideología propia. O por decirlo de otro modo, tiene la que hay que tener según las circunstancias. Sigue el protocolo, la hoja de ruta, las directrices del Fondo Monetario y el Banco Central Europeo, y no mueve un músculo en contra de la visión actual del mundo, la que dictan las grandes corporaciones financieras e industriales. El PAR cierra filas con su clientela, sus socios y agregados, al viejo estilo clientelar. Tú me ayudas y yo te coloco. El PP y el PSOE llevan décadas haciendo lo mismo, pero el PAR es un partido canijo en comparación con ellos y el olor de sus caldos está más concentrado, por lo que canta con descaro cualquier maniobra.

La última de ellas, basada en una petición presupuestaria de sesenta millones de euracos para ayuntamientos y comarcas, mantiene en vilo a los analistas mediáticos sobre la estabilidad del gobierno aragonés. Entre otras razones porque la Rudi, presidenta en el Pignatelli, parece que no traga con las nuevas demandas de su socio. Debe seguir las órdenes de Madrid en materia económica, así que están de morros, al igual que en su momento lo estuvieron Biel e Iglesias, cuando gobernaba con el PSOE y llegó el momento de cambiar de socio. ¿Estamos en ese punto o se trata de un paripé? Es difícil, hablando de Biel y del PAR, diferenciar una estrategia política de una ruptura. El posibilismo utiliza toda la baraja publicitaria para conseguir sus fines, así que todo depende de lo que estén dispuestos a tragar sus eternos compañeros de viaje.

Hasta ahora todo queda en casa. Se produce un pulso por sesenta millones para ver si cae la breva. Si el gobierno central observa que la bronca va a más, es posible que permita a la Rudi desbordar su presupuesto, siempre y cuando se lleve el asunto sin alharacas, no vaya a ser que se le desmanden otras autonomías de su misma cuerda. Y si no cede comenzará el baile alrededor del PSOE, con la eterna canción de siempre. Veremos entonces quién se aproxima a quién y cómo lo hace. Mientras tanto se especula con golpes de efecto, como la salida de los tres senadores del PAR hacia el grupo mixto.

No descarto que el PAR, en el caso de atreverse con el órdago, suba el listón pidiendo algo más entre bambalinas. No en vano necesita maquillarse ante la sociedad porque su descrédito social, hoy por hoy, lo convierte en un partido prescindible. Su espacio electoral lo ocupa no sólo el PP sino UPyD, al que se le pronostica en las encuestas un avance importante, y en su variante local, la del aragonesismo, compite con la Chunta, y en ese terreno ya no tiene mucho que rascar. Así que Biel, si quiere mantener en pié su chiringuito, ha de mover el culo y tomar las riendas de su destino. De ahí la situación que estamos viviendo con los sesenta millones, millones que no irán destinados precisamente a cubrir las necesidades de los parados ni a las escuelas o los hospitales, no nos engañemos. El PAR siempre juega en su beneficio y el que venga detrás que arree.

Y a las 5 serán las 4

A las tres serán las dos pero a mi cuerpo le da lo mismo: a la hora de comer tiene hambre y a la de dormir le entra el sueño. No hace falta cambiar la hora porque los hábitos son pertinaces. Puedo engañarlo un domingo pero el lunes se da cuenta y protesta.  A fuerza de disciplina y costumbre llega un momento en que se amolda mi chasis a lo que le echen, más o menos como ocurre con todo. No sé a quién beneficia que dos veces al año nos chiflemos con los relojes, deberían  investigarlo, pero a mí no me compensa. Tampoco me llena de júbilo que vayan privatizando hospitales y escuelas.  Hay un montón de imposiciones que se echan encima de  las espaldas de la mayoría porque sobre el papel resultan atractivos – se gasta mucho en proyectos, dosieres y estadísticas – y sin embargo  en la práctica sólo agradan los resultados a un puñado de millonarios. No me extraña que su riqueza crezca en proporción geométrica a la pobreza de los demás.

Es de cajón que, cuanto antes se haga de noche, más gastaremos en gas y electricidad, así que trastear con la relojería multiplica la cuenta corriente de las multinacionales. En cambio los economistas del régimen hacen números para demostrar que la triquiñuela de cambiar la hora es una bendición divina. También hacen logaritmos neperianos para que comprendamos que esta crisis que nos han endosado no es ninguna estafa sino una desgracia colectiva, algo semejante a un tsunami, y que ya escampará. Sólo hay que seguir el protocolo.  Y el protocolo, igual que la hoja de ruta, no lo discute nadie. El protocolo es algo parecido al maná de las biblias, que llueve del cielo y engorda sin esfuerzo, pero sólo alimenta a los creyentes.  Por eso los pelotazos de hoy son robos muy exquisitos, reservados a la clase más alta. A esta clase, la derivada de juntar a los grandes empresarios de las corporaciones y a los políticos de los partidos de masas en una tela de araña difícil de separar, la denominamos casta. La casta, esa aristocracia moderna que ha convertido la democracia representativa en un cuento para niños, dirige el país con mano firme conforme a sus intereses económicos. Y si le conviene cambiar la hora dos veces al año simplemente lo hace.

Desmonta hospitales levantados con el dinero común para entregarlos a sus amigos. Fractura la tierra y el mar para extraer el gas sin preocuparse demasiado por las consecuencias. Convierte la energía solar en un capricho de gente adinerada. Y privatiza las costas. Estrangula las escuelas públicas, impide la justicia a los más desfavorecidos sembrándola de tasas y se olvida de los discapacitados como quien pierde un clip por la calle. La solidaridad vuelve a ser un concepto optativo relacionado con la limosna, y los derechos sociales quedan al albur de la lástima en el más profundo de los desamparos. Estamos llegando a un punto de inflexión, y no me refiero al que se produce cuando la economía toca fondo y comienza a remontar,  sino de un punto de no retorno, traspasado el cual quedarán restablecidas las viejas formas sociales. Por eso chirrían de vez en cuando las estructuras.  Por eso y porque ya nos da igual que a las 3 tengamos que retrasar los relojes una hora. La obediencia es mala consejera.