Rudi y la fotosíntesis

Estos días celebran nuestros políticos el estado de la comunidad. No es que cojan por banda a la interfecta y le pongan de repente un examen sorpresa, todo lo contrario, acuden a visitarla porque hace mucho que no tienen noticias de ella, así que lo mismo se ha muerto y no se han dado ni cuenta. Pero, ¿quién es la comunidad y a qué se dedica? ¿Hablamos realmente de una comunidad autónoma? O, citando sus estatutos, ¿acaso nos referimos a una nacionalidad histórica? En la práctica, que es lo que de verdad interesa, Aragón es ahora una pequeña comarca madrileña, porque una vez que coge la Rudi los mandos de alguna cosa la estruja y la apalea hasta reducirla a su mínima esencia. Hemos llegado a una falta de identidad tan vergonzante que nos da igual la autonomía que el bochorno. De hecho la gente se manifestó ayer por la supervivencia de un equipo de fútbol en esta ciudad, como si el fútbol les diera de comer o les curase las hemorroides. Como si el fútbol fuera más importante que la enseñanza o la cultura. La Rudi, a menos de un año de concluir su mandato, ha conseguido que Aragón sea una nacionalidad prehistórica. O protohistórica. Y estoy convencido de que organiza estos debates sobre el estado de la comunidad para sentir que hace algo, aunque sea mover la lengua, y con esa sensación del deber cumplido marcharse después de veraneo.

A estos encuentros acude la oposición dispuesta a hacer sangre pero a menudo no pasan de la indignación porque en la Aljafería, y con el aire acondicionado a tope, se disfruta como en un balneario. Todavía no me explico, con la de terreno que tienen las Cortes, que los diputados aragoneses no hayan mandado construir allí una piscina climatizada. Podrían disfrutarla ellos mismos, además de sus parientes y amigos, igual que hacen los senadores en Madrid. Tampoco nos engañemos porque, en cualquier caso, desarrollan su labor en un marco incomparable. Supongo que imprime mucha presencia, que incluso te crees alguien, cuando paseas entre naranjos mientras desahucian a la gente al otro lado del foso.

A ras de calle, sin embargo, no le encuentras sentido a semejante inversión. Debe ser por la austeridad, que nos ha vuelto a todos demasiado utilitaristas. Hemos llegado a pensar que las cosas que no sirven suponen un gasto inútil. Y que para lo que hacen nuestros diputados por nosotros podrían reunirse en un aula de la universidad, o en cualquier colegio. Seguro que el dinero sobrante encontraría mejor acomodo en los hospitales o en el desempleo, sufragando la discapacidad y las pensiones. Que se luzca un poco y que se reparta el estado del bienestar entre todos, no sólo entre unos cuantos.

Al fin y al cabo, creíamos que al montar el estado de las autonomías desaparecerían los ministerios y las diputaciones provinciales pero al final resultó que se duplicaron y triplicaron las competencias, que crecieron todas exponencialmente, desarrollando una pesada estructura a nuestro alrededor, un lastre que no resuelve nuestros problemas más básicos. Si a esto añadimos que buena parte de las decisiones vienen impuestas desde Bruselas, donde se han creado las administraciones continentales, es fácil de entender que la Rudi se sienta en la Aljafería como en su propia casa. Aquí no se mueve una hoja y cuando lo hace, como en los gags de los Monty Python, es para caer hasta el suelo emitiendo un gritillo de espanto. Si ese grito además arrastra consigo a la mayoría de las hojas y deja el árbol como el palo de una escoba, mejor que mejor y miel sobre hojuelas. Menos gasto y menos explicaciones. Si algo le encanta a la Rudi es gobernar Aragón desde la nada. Como no hay nada será raro que nadie le exija algo, y en este contexto de naderías la Rudi puede venirse arriba y declarar que la crisis ha terminado. O que hace calor. O que mañana es fiesta. Así como suena y porque lo diga ella, las crisis se terminan como se acaban las guerras: haciendo una declaración. Porque esta señora goza de una tendencia absurda a crecerse o porque simplemente no está dispuesta a hacer otra cosa que discursos, gestos y reflexiones, la Rudi, poseída por el espíritu de la austeridad y los recortes, con la fuerza de un geranio se limita a hacer la fotosíntesis, que no es moco de pavo, convirtiendo la materia inorgánica en orgánica mediante la energía que aporta la luz. Y no estoy hablando de las renovables, tan sólo del mundo vegetal que nos envuelve.

El aluvión

Hace tiempo que hemos sobrepasado el nivel de saturación, ya de por sí es una tarea surrealista encontrar adjetivos que califiquen adecuadamente el asco de la ciudadanía. Mientras la fiscalía anticorrupción interroga en Madrid a los implicados en los papeles de Bárcenas, a las orillas del Ebro sorprende que no cedan las alcantarillas por la presión del sumidero. Hace unas semanas empezaron a emerger las miserias del partido de Biel, el PAR, la eterna bisagra para los gobiernos del PSOE y del PP, un clan clientelista donde los haya. En el viejo reino hace décadas que tan particular tripartito —PP-PAR-PSOE— maneja los dineros de la comunidad autónoma, agradeciendo siempre la colaboración de quien garantiza la gobernabilidad —el PAR— mediante poltronas en comarcas y empresas públicas, gracias a las cuales ha ido tejiendo este partido durante años tal malla de intereses que es difícil situar un foco de luz sobre ellos sin que se venga abajo todo el monario. El partido de Biel, año tras año, se ha ido convirtiendo en una especie de somatén institucional. Su órgano ejecutivo ramifica a sus afiliados en todos los planos del poder, desde los ayuntamientos a las diputaciones pasando por las comarcas e instalándose cómodamente en el Pignatelli y en la Aljafería. Asesores, técnicos y hasta sindicalistas de cualquier sigla, se han apuntado al PAR garantizándole un cupo de representación política desde la transición hasta nuestros días, circunstancia que ha permitido desde siempre a sus lacayos el mantenimiento de cargos y sueldos a costa del erario público. Tanto los socialistas como los conservadores toleran este juego sin ningún complejo, hasta el punto de negociar sus coaliciones de gobierno a cambio de mantener libres de toda culpa las taifas y cortijos de las gentes del PAR. Y todo este barro flota desde antaño en la riada de la corrupción sin que la justicia se decida a meterle mano, no sea peor el remedio que la solución.

Otra excepción en las corruptelas suele producirse alrededor del fútbol. Parece ser que, si nadie pone remedio, estamos condenados a pagar a escote un crédito que pidió el real Zaragoza en 2004, por una cantidad de ocho millones de euros y que con absoluto desparpajo avaló el gobierno aragonés. Recordemos que esta medida recibió el empujón de un consejero de economía que luego, casualidades de la vida, acabó presidiendo el equipo de fútbol. La entidad deportiva, que es una empresa privada y para colmo de un constructor, habrá abonado tres millones de la deuda contraída pero desde junio se olvidó las cuotas y por eso se apelotonan ahora en nuestros bolsillos. Los prestamistas —Ibercaja, CAI y Cajalón— comenzaron a engordar los intereses y contando ya los desembolsos y requerimientos estamos a punto de soltar la friolera de un millón de euros a las entidades financieras.

Quizá sea una deuda legal, ¿pero estamos hablando de una deuda legítima? Los bancos han recibido todo tipo de ayudas económicas para reflotar sus negocios. Reciben dinero del Banco Central Europeo a un interés estúpido y luego compran los bonos que emite, entre otros, el gobierno aragonés (más de 500 millones, el 58% de lo presupuestado para 2013) a un 6% de beneficio. Y piensan rebañar el plato del 42% restante. Mientras tanto, y con la excusa de la fusión, los bancos amenazan con recortar plantillas y cerrar sucursales, dejando en el limbo además la obra social de las antiguas cajas. Sin embargo la Rudi —Luisafer para los humoristas— está convencida de que Aragón funciona mucho mejor que la mayoría de las comunidades autónomas que componen el estado, y que por esa razón no tendrá que mendigar, como han hecho otras, ningún rescate al gobierno central. Esta señora, la presidenta del gobierno aragonés, deleita a sus seguidores con rimbombantes narraciones a cerca de la solvencia y la estabilidad de su gabinete, hasta el extremo de estar dispuesta a comparecer en la Aljafería para explicarnos que existen políticos buenos y políticos malos, y que no podemos generalizar, porque en los papeles de Bárcenas al fin y al cabo no figura nadie de estos lares. Supongo que si algún día les alcanzase de lleno el escándalo, y salieran a la luz —por ejemplo— los papeles de Biel, muchos políticos de esta tierra tendrían que comerse con patatas su propia hipocresía. Hasta entonces el mejor símbolo de la decadencia, si tuviéramos que inmortalizarla de alguna forma, nos lo ha regalado hoy el cierzo en una sola fotografía, quebrando el mástil de la bandera española en el mismo centro de Zaragoza, lo que podría considerarse un mal presagio. O tan sólo la lógica consecuencia del aluvión de corruptelas que arruinan la reputación de nuestros representantes y al mismo tiempo la paciencia de los ciudadanos.

Habrá un día

La música, por famosa y popular que acabe siendo, goza siempre de un ámbito privado y sentimental. Las composiciones de futuro tienen además tan larga tirada que es muy difícil que alcancen la proyección de los estamentos oficiales. Sus letras parecen condenadas a la épica y resultan molestas para los jefes actuales, tal vez porque les recuerda que el presente dista mucho del futuro que en un principio se perseguía.

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